Se firmó el contrato...

Muro, portón con control automático, puerta de hierro, y si se hace un esfuerzo hasta la cerca electrificada se puede ver. Todos los chiches para dormir tranquilos en una ciudad en la que la seguridad es todo un tema.

Lo cierto es que hoy en la mañana firmamos el contrato de alquiler, por lo que estamos en condiciones de afirmar que San Pedro Sula tiene dos nuevos inquilinos.

La casa forma parte de un complejito de 4 identicas, en los cuales viven, en dos de ellas ejecutivos extranjeros, y en la primera la familia del hijo de la dueña de los complejos: si él, entre todos los condominios que doña Mary tiene, eligio ese para vivir, quiere decir que hicimos una buena elección.

Además de los amplios espacios el combo nos viene con los aires acondicionados (1ra. necesidad por estos lares), un coqueto juego de comedor, "refrijeradora", "estufa" (aparato que se utiliza para cocinar, conocido en los países del Río de la Plata como cocina) y una cama y un colchón para cada uno de los cuartos... uno para los inquilinos y otro para las visitas que estos van a recibir.

Hoy estuvimos de compras, para tratar de que cuando mañana nos mudemos hogar quede pronto para comenzar a funcionar sin mayores traumas: que haya caldera para el agua del mate, jabón, papel higiénico y un amplio número de etcéteras más, el cual culmina con la plancha para mis camisas, el cortapelo para mi barba, y la tv. Queremos agradecer públicamente a la muchacha que nos atendió en local de Diunsa (http://www.diunsa.net/) de la calle Circunvalación, la cual no sólo empujaba el carrito en el que los bienes elegidos se desplazaban por el amplio local, sino que, además de aguantarnos los minuciosos cálculos tendientes a reducir el pago final, nos consiguió el 20% de dto. que tienen los que tienen no se que tarjeta (que por supuesto nosotros no teníamos).

La base está.

Al salir del local, un guardia de seguridad se apersonó ante nosotros y nos solicitó las boletas para un control. Un vez culminado este acto rutinario se le acercó un poco más a la Leti y, talonario en mano, le ofreció amablemente la posibilidad de comprarle una rifa vaya a saber uno de qué. Mi oído, más acostumbrado al acento catracho pudo entender al menos eso. Leti apenas escuchó que era algo para el día de la madre (una promoción, imaginó ella), ante lo cual sonriente y llena de simpatía y buena educación, antes de continuar su camino, le agradeció y le explicó que su madre se encontraba en este momento un poco lejos. El guardia, como es lógico, no entendió nada. Yo tampoco.
Barreras idiomáticas que le llaman...