Después de 3 horas en la camioneta de Cecilia y Roberto (con ellos dentro también), llegamos al
La primera de ellas (por orden de aparición) estuvo compuesta por las comidas (almuerzos y cena), las cuales las hicimos en el pueblo de Copan. Un pueblo medianamente antiguo, muy bien conservado, con callecitas de adoquines muy empinadas, y copanecos con gorros similares a los de paja.
Una segunda etapa, estaría compuesta por nuestro pasaje por las termas, o “aguas calientes”, como las llaman con mucha imaginación los lugareños. Allá arrancamos por unos de las callecitas que salía del pueblo; callecita que a los pocos metros se trasformó en camino de tierra, medio jodido, en el medio de las montanas... Seguimos por el durante una hora, con la asistencia de algún transeúnte que aparecía de vez en cuando, o que salía de alguna casa de cemento o barro, y siga siga, nos decían... Hasta que al fin, a las “aguas calientes”. Aunque estuvimos solo un par de horas la travesía valió la pena.
El guía nos contaba que estimaban se iban a necesitar 150 años mas para sacar a flote toda la ciudad; y nosotros le creímos.
Después de eso, almorzamos en el pueblo y emprendimos la vuelta, con los amigos argentinos, a disfrutar nuevamente por 3 horas de su compañía.